La lenta pero sistemática transferencia de poderes de la autoridad central (la soberana) a la externa (nomarca) dio lugar a una especie de "feudalismo" y la consiguiente descentralización del poder, como lo demuestran también los monumentos del Alto Egipto. Se produjo entonces una crisis también de carácter ideológico, que cuestionó la concepción totalizadora del faraón como cúspide de la organización social. En este período estalló una violenta revuelta social en Menfi que condujo a la profanación de las pirámides, mientras el Delta era atravesado por nómadas orientales.
La vida económica sufrió fuertes repercusiones que afectaron a la misma estructura social: las frecuentes hambrunas y la pérdida de poder de la administración central se asoció con un proceso de consolidación del poder por parte de los príncipes de Heraclesopoli de la IX dinastía y la X dinastía, con el consecuente debilitamiento de la posición de los soberanos menfitas. Los príncipes de Heracleopolis intentaron anexar el Alto Egipto luchando contra los principios de Tebas (de la XI dinastía de la época).
Este último finalmente, gracias al trabajo de Mentuhotep I y Mentuhotep II, pertenecientes a la XI dinastía tebana, resultó victorioso y logró unificar el país. A pesar de las luchas que caracterizaron el período, continuaron las obras de canalización del Nilo y la construcción de vías comerciales a través del desierto, especialmente con Mentuhotep III. Los príncipes de Heracleopolis intentaron anexar el Alto Egipto luchando contra los principios de Tebas.